lunes

TRUCHAS LEOPARDO



Todos distintos y diversos, cada uno de su padre y de su madre y sin embargo hermanados por los ríos y las truchas. “estáis todos locos”, “es como una enfermedad”, “es como una religión”, “sois como niños”…

Metidos en el agua helada, mano a mano con Nacho en una tabla grande y honda. No paraba de llover. Un día feo de finales de abril ¿Había otro lugar mejor para estar en el mundo que este?, lo dudo….

Días pescando en el Saja con las hermandad de los pescadores andantes. Este río es uno de los más bellos del país, tanto la parte alta llegando a Bárcena Mayor como las partes medias de grandes pozas, tablas y chorreras. Vi truchas preciosas con libreas de leopardos, eclosiones mágicas y hayedos de cuento. Agradezco sobre todo a Isidro y a su padre Pedro estos días de felicidad en Cantabria.


miércoles

SENTIR



Lo siento, eso de utilizar la caña de diez pies como una caña de tiento, atar dos o tres ninfas a un hilito he ir paseando estos señuelos por el fondo de los charcos me parece que no conecta con mi forma de pescar. No dudo que se saquen muchas truchas y que sea un sistema que gana muchas competiciones de “pesca a mosca” pero no va conmigo, me parece igual que pescar a cebo. A mi me gusta la “seca”, ni la “checa”, ni la “polaca”, me gusta lanzar la línea pesada, ver subir a la trucha a un trico de pelo de ciervo y utilizar una cañita de ocho pies y línea tres.

Lo siento, también me gusta el lance ligero, yo diría hiperligero, utilizo giratorias del cero, ondulantes de dos gramos y micro señuelos que imitan alevines o cangrejos y pesan tres gramos. Uso una cañita de uno sesenta y un sedal fusionado del cero coma cero cinco milímetros. Tanto el peso de los señuelos como el tamaño del anzuelo es más pequeño que muchas de las ninfas que veo por ahí entre los mosqueros-ninferos puros.

Lo siento, utilizo anzuelos sin muerte similares a los que monto en algunos pequeños streamer. Mi forma de pesca a lance está por tanto bastante lejos del estereotipo del cucharillero con poteras del 3, nylon importante y caña palo de escoba. Por supuesto no me opongo a ningún estilo de pesca deportiva, salvo esos pescadores de cebo y costera que ponen sus cañas a fondo en las pozas hondas y esperan, fumándose un cigarro cuya colilla dejan en la arena, a que la gran trucha se trague hasta el fondo la lombriz.

¿y porqué?, me pregunto, ¿por qué no me gusta el “ninfeo al hilo”? Creo que es porque me gusta pescar a un ritmo más rápido y, sobre todo, lo que me gusta es ver a las truchas acercarse y arremeter a la mosca o al señuelo artificial y no solo sentirla en el dedito. También porque nunca me gustó la pesca a cebo de la trucha, sus practicantes eran una suerte de Atilas de ribera, por donde pasaban ya no crecía una trucha, grande ni pequeña. No digo que no pesque a ninfa o a tandem muchas veces, pero es a seca y a lance cuando me siento de verdad un pescador.

lunes

¿LIBRE?



El hijo pescador se va hacia arriba con mi hermano y yo me quedo sólo en mis pozas oscuras donde habitan las truchas más grandes de mi memoria. Sé que hoy no hay nadie más kilómetros arriba y debajo en el río así que pesco muy despacio, recreándome en todas las posturas donde puede haber trucha, caminando con lentitud entre las piedras, sentándome para cambiar de señuelo y haciendo el nudo sin prisas, asombrado de cómo los dedos enredan un sedal del 0,04 hasta hacer un Orvis aceptable. La trucha que clavé se tomó su tiempo en asomar. Era un charco profundo y oscuro, durante mucho minutos la iniciativa fue suya y no lograba acercarla a la orilla. Hacía mucho tiempo que no tenía al otro lado de la seda una trucha tan fuerte. Saboreé esa impotencia, disfruté de todos esos minutos en los que tenía la certeza de que estábamos muy igualados en la lucha, igual podía escaparse que acabar en la sacadera, sin embargo me sentía muy tranquilo aunque el corazón me fuera a mil.

Me gustan estos días en los que uno pesca muy despacio, en los que en el río no hay nadie y podemos respirar la belleza de cada minuto en el agua. En la cabeza no tenemos ningún plan, ni idea, ni angustia, ni pensamiento, al cerebro sólo le interesa cómo no caernos al vadear, cómo pisar en la siguiente piedra para no resbalar, qué fuerza será la precisa y que armonía muscular será la necesaria para que nuestro largo lance coloque la mosca en la sombra del remolino de la otra orilla, hasta dónde podremos tensar el freno para no romper el sedal y que la trucha se escape. Y no pensar en nada más. Me siento entonces ¿libre?.

Los hombres aspiramos a esa libertad ciudadana que hicieron posible las revoluciones y también a esta otra, más íntima, que tiene que ver con el descubrimiento de los pequeños gestos que dan felicidad y luego llenan nuestros sueños de quietud y de truchas.


jueves

LEER EL AGUA


(fotos de  Francesc Luque)

Empiezas a ser un buen pescador en cuanto comienzas a ver debajo del agua. No porque te pongas unas gafas marcianas con los cristales polarizados de colorines, sino porque ves con claridad, aunque esté el agua tomada, dónde se esconde la poza profunda, el pasillo estrecho del fondo, el árbol sumergido, la piedra hueca, la cueva entre las raíces de los sauces, el lugar preferido de la trucha para acechar a los pececillos o para comer tricópteros ahogados como si fueran las aceitunas del aperitivo. Sin darte cuenta, un día, comienzas a leer el agua igual que si estuvieras viendo este suelo que ahora pisas.

El hijo pescador no dice nada. Sonríe detrás de sus gafas anaranjadas.

Además, esta cualidad paranormal la adquieres casi de un día para otro, una mañana sólo ves agua batida, piedras que afloran, brillos y opacidad y a la mañana siguiente se obra el milagro y ves hasta los peces colocados en el fondo, nadando contra corriente o escondidos bajo la roca, esperando el alimento. Luego picarán o no, pero allí están, tu lo sabes.

El hijo pescador piensa que su padre es un poco raro, un poco loco, igual que cuando coge del agua esa mariposilla parduzca y la mira al trasluz como si tuviera escrita en letra diminuta bajo sus alas algún secreto fabuloso.

Luego, poco a poco, tras descubrir cómo se lee el agua, comienzas a leer el resto: las nubes, la brisa, el barómetro de las truchas, los mil colores verdes del campo, el posadero de mirlo acuático, los caminos invisibles entre las ortigas y cicutas altas, la belleza que hay en el caos de un río en abril y porqué nosotros estamos aquí como únicos testigos humanos de la maravilla.  Y para eso se tardan muchos años. Te debes haber sentido derrotado muchas veces, desolado, triste, perdido muchos días, para, tras viajar mucho por el mundo, tras buscar en los libros muchos secretos y en algunos cuerpos las verdades, vuelvas a los ríos donde creciste y entiendas estas otras palabras invisibles que te susurran quién eres, que te cuentan porqué la vida hay que vivirla siempre con alegría y a ser posible disfrutando largos años como pescador andante.

Pero esto último no se lo cuento a mi hijo el pescador. Ya lo descubrirá él cuando tenga edad y recuerde mi voz enredada en el ruido del agua de hoy.



POZO


(Pintura de Diane Michelin)

Aún no han subido los barbos. En unos días habrá miles torrente arriba. Bajo por el pequeño río hasta casi la desembocadura. El camino es duro porque no hay camino, apenas una senda de jabalíes. Las retamas, las encinas y las jaras en flor en este cortado a cuchillo, entre piedras de puro cuarzo, son de una belleza que hipnotiza. La soledad es absoluta.

En la tabla grande y tranquila dormitan una docena de galápagos enormes que parecen de otra era del mundo. En la corriente sube, perezoso, un gran barbo hembra. Lanzo entre los sauces y la ninfilla cae por una vez donde debe. Luego, el resto, ya es historia.

Fueron instantes en los que el tiempo seguía corriendo por el universo menos en aquel lugar. 


Me como el bocadillo sentado al sol. Cuchichea cerca la perdiz.

He bajado a este lugar durante muchos años, siempre por estas fechas y nada cambia. Me parece un milagro. Yo soy más viejo o tal vez no. Este lugar es un pozo de tiempo en el que siempre es primavera.

miércoles

¿PADRES PESCADORES & HIJOS PESCADORES?



Los pescadores deseamos que nuestros hijos también amen los ríos.

Pronto les compramos una caña y les llevamos a los torrentes con nosotros. Imaginamos que así aprenderán y descubrirán nuestra pasión. Soñamos con que un día nos acompañen por fin a los ríos de igual a igual y ya no tendremos nada que enseñarles y cogerán más truchas que nosotros.
Pero debajo de este deseo no existe ninguna proyección del ego, ningún “quiero que mi hijo sea como yo”, sólo queremos descubrirles lo que nos hace sentir, saber, vivir “ser pescador”.

Un padre pronto sabe si su hijo ha entendido todo lo que los ríos pueden darle. Si no le importan los madrugones, las caminatas, el frío, los enredos, los días de bolo… si no le importa sentir que es muy, muy difícil engañar a las truchas… si pronto pesca a su aire sin pedirte ayuda por un lío, un enganchón o un remojón es que el hijo ha intuido que los ríos tienen algo valioso que enseñarle y que ha entendido, aunque sea pequeño, que en ellos también hay felicidad, desafío, juego, misterio.

Tengo suerte. Desde los seis años me acompaña a tocar las aguas mi hijo el pescador. Ahora tiene doce y ya no hay torrente, por difícil que sea, en el que no pueda o quiera venir conmigo.

No sé lo que será de su vida. No sé lo que será de la mía. Mientras tanto, el agua limpia de los torrentes nos muestra muchos caminos invisibles por los que vamos juntos.


lunes

MASTER LA VERA 2012


Los pescadores somos una tribu. Entre la muchedumbre nos reconocemos casi de inmediato, dos o tres palabras bastan. Tenemos el mismo totem, el mismo idioma, la misma pasión por los ríos y sus peces. Estos días, en el V master de pesca a mosca  de La Vera, uno sólo ha echado de menos al hijo pescador. Pero he tenido buena compañía y he aprendido mucho de grandes pescadores.  

Estuvimos pescando tres días seguidos sin parar, sin embargo, como todos los pescadores, no tuve bastante y el domingo, tras darle al vino en la fiesta de entrega de premios y acostarme a las tres de la mañana, me levanté para bajar al Ibor y tentar a los barbos con la cañita de ocho pies y la seda del tres. El pequeño río estaba precioso. Bajé hasta el angosto valle de la desembocadura y la soledad del lugar era impresionante.

He sino muy feliz estos días de pesca en Alardos, Jaranda, Cuacos y el Lago. Y feliz con la compañía de aquellos pescadores con los que he tenido más relación, así que agradezco a Victor Gómez, Laura, José Manuel, Ángel Luis y José María que sigan peleando año tras año por un Master ya muy rodado y con una organización perfecta, a Ruth por aguantar mi forma de pescar veloz, a Isidro por sus consejos y sus streamers, a José Antonio por su maravillosa caja de mosca y ninfas, a Martín y a Ignacio por intercambiar nuestras batallitas trucheras en los descansos y comidas, a los jefes de río Maite y Álvaro… También agradezco la compañía y simpatía de los demás pescadores La tribu de los mosqueros andantes en grade y diversa.



martes

CAMINAR



Anduve tentando a las truchas grandes con la caña de lance y un pececillo de dos gramos. El hijo pescador se fue con sus tíos y yo me bajé solo a mis charcos. Según lanzaba, en la orilla de enfrente, una cochina con sus rayones me gruñía, el martín pescador pasó como una chispa azul y la pareja de azulones dieron dos vueltas sobre mi antes de buscar un posadero río arriba. La vida también es esto, estos instantes que ahora existen aquí porque yo estuve allí.

Pero el pescador huye de cualquier bucolismo. Uno no es demasiado contemplativo. No puedo estar demasiado tiempo en una corriente o una tabla, me gusta ser un "pescador andante" como diría Guy. Hoy necesitaba el ritmo andarín de la caña de lance más que el caminar pausado de la mosca.

Luego, ya en casa, haciendo unos pocos tricópteros de pelo de corzo recordaba cada trucha de día y le contaba al hijo pescador cómo a veces pescamos más con las piernas que con la caña. Él tiene buenas piernas, nunca se cansa y yo espero no cansarme nunca antes que él. 

Quién piense que pescar es algo descansado que se venga con nosotros un día…

lunes

EN EL CAMPANO SORIANO


(En la foto Jesús Ángel Álvarez y su trucha)

A uno le acompaña don Antonio Machado en su nomadeo por el mundo, sea cual sea el país o el río, quizá porque los primeros versos que escuché en mi vida, por boca de mi padre, fueron los de “caminante no hay que camino, se hace camino al andar”. Así que subimos a Soria a la fiesta del Campano Soriano y la primera visita a la ciudad acompañado de mi hijo el pescador fue al viejo Olmo. Un placer compartir esas horas con tanta buena gente, “hermanos de río”. No olvidaremos ni a Maite ni a Jesús Ángel.

El hijo pescador gusta de esas fiestas y reuniones. Sabe que todos los pescadores formamos una extraña y secreta hermandad, que diría Guy Roques. Jesús Ángel cogió una hermosa trucha con una emergente minúscula en una tabla soleada, ancha y poco profunda. Maite no perdió su sonrisa en tantas horas. El hijo pescador cruzó este Duero desconocido con el deseo del Campano en la memoria y yo disfruté de esa magia de estar en silencio con tantos y tan distintos hermanos de río.

Luego, estos días, ya en la soledad de mis aguas, he tocado a las truchas y caminado mucho monte abajo con la música de Machado siempre cerca. El hijo pescador afirmó antes de dormirse camino del sur. Volveremos a Soria. Volveremos al Duero.